Texto y música : Miquel Pujadó
No es una cebolla, sino la vida / quien te excita el lagrimal. / Buscas seda y hallas sida, / y cabalgas sin riendas, / y pierdes pie al cruzar el vado. / Y te aferras a la tierra / que habrá de devorarte. / Y, con el corazón en pie de guerra, / te escribes cartas con la mano izquierda / para poderte engañar. / No hay rosa sin espinas, / pero hay espinas sin rosa. / Ya te sientes, ya camines, / la calle que lleva a la losa / va deslizándose bajo tus pies / y te lleva hacia adelante. / Como el asno las zanahorias, / siempre persigues el mañana. / Lo imaginas, te embriagas, / el deseo te clava dagas / que no osas arrancar. / Tienes en la cabeza tu gran escena / y llamas “presente” al ensayo, / y se te torcerá la espalda / esperando el gran estreno / que constantemente se aplaza. / No hay rosa sin espinas, / pero hay espinas sin rosa. / Diviértete con las vecinas, / folla en verso y en prosa: / si el placer trae dolor, / también distrae del miedo. / No eres más que una cañería / que transforma carne y pescado / y legumbres en un amasijo / mientras te llega el turno / de ser mierda tú también. / Y si te parece quimérico / poder caer más bajo, / siempre existe una cloaca / que te espía con mirada feroz / y las fauces abiertas. / No hay rosa sin espinas, / pero hay espinas sin rosa. / Te recetan aspirinas / para el cáncer / y aún tienes que estar contento / si puedes ir tirando. / Sabes que Adonis tiene halitosis / y que Saturno es un anciano. / Has visto a Baco cirrótico, / a Zeus muerto de sobredosis / y a Afrodita en un burdel. / Pero en tu isla desierta, / envuelto en hollín y humo, / tú mismo te haces la oferta / de dejar abierta una puerta / por si alguien inventase la luz. / Tal vez aciertes, tal vez no… / De hecho, nada más / puedes hacer mientras declinas / contemplando el vuelo de una alondra, / hasta que un hilo de sangre / caiga desinteresadamente / y una rosa sin espinas, / fecundada entre las ruinas, / rompa el fango.